COMO LA VIDA MISMA
Una tenue calima arropa el cauce reposado del pequeño Duero. Amanece. Las hierbas de la orilla tienen todavía en su rostro las lágrimas del rocío. Se oye el canto de algún pajarillo sin nombre escondido entre las ramas del pino albar y ese sonido a paz que da el silencio del bosque en la alborada. Paseo abstraído del mundo y dueño del paisaje, como un señor feudal por las almenas de su castillo. El sol se despereza por las pinéculas verdes del horizonte y lanza su primer bostezo de calor. Ya aparecen danzando en el espejo los primeros mosquitos de la mañana y veo alguna margarita, con el talle amarillo y la cofia blanca, en un gualdo mar de campanillas. Allá revolotea alguna golondrina.
Riiing.
El teléfono me ha vuelto a despertar. Estoy en mi despacho sentado frente a mi mesa desordenada. Ni hay campo, ni flores, ni pájaros ni amanecida. Pero....le he robado media hora, -según indica mi reloj- a mi vida tediosa.
Riiing.
El teléfono me ha vuelto a despertar. Estoy en mi despacho sentado frente a mi mesa desordenada. Ni hay campo, ni flores, ni pájaros ni amanecida. Pero....le he robado media hora, -según indica mi reloj- a mi vida tediosa.
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Sorrow -