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ACIBAR

AZBR VII

El hombre es un mutante con aspecto de hombre, un ente mentiroso con alma de cartón, un loco proxeneta con alas de paloma, un títere de estiércol, un mediocre bufón. Me salgo del teatro abatido y perplejo. Allá, cuelga un espejo. Me invade el desaliento, el miedo, el desengaño. Mis pasos se detienen. Me vuelvo a la función

AZ IV

Abrí las puertas de mi jardín para que entraran nuevos pajarillos y se salieron los pocos que había dentro

AZB V

Mi apreciado negro. Mi querido y siempre denostado color negro. Lleva tu tinte sabor a muerte, pigmentos de desgracia y ecos tristes, silencios y baladas. Las lágrimas visten de luto y con sayón endrino las plañideras. El réquiem es sombrío, es negra la tormenta, bruna la noche y la tristeza ciega. El dolor, retintado de calavera, oscuro el campo que patea el lobo, densa la niebla, embozada la sombra de la vida y gélidas y umbrías las tinieblas. Azabache es el cuadro del averno y atezada la ira, y el odio y la batalla, y del abyecto cuervo su pijama. ¡Ah! mi querido color con nombre ciego, viajando siempre junto a la desgracia.

AZ XVII

La vida es sólo un concepto abstracto al convertirse el presente en un pasado infinitamente cercano al ahora, entrando ya, por tanto, a formar parte del amplio campo del recuerdo. Consecuentemente, la existencia es un concepto ambiguo que no existe como presente mas que en un infinitesimal momento de tiempo. Extrapolando a nuestras coordenadas de comprensión y llevando el ínfimo momento de presente a un concepto cero, despreciable comparado con la ilimitación temporal, la vida es inexistente y queda relegada a la función inmaterial del recuerdo que es, a su vez, un soporte empírico del sueño.

AZ XIV

Sesga la tarde un dardo de albahaca. En mi cerebro suenan los tambores del tedio y una nube cetrina envuelve, niebla densa, mi jardín de cipreses. Zumba una campana de dolor en la torre de pena de mi alma y, en calvario, una lágrima viva humedece las espigas blancas de mi rostro. Mi fontana de plata, ha tiempo enmohecida de sonrisas, riega con sollozos escarlatas el barbecho de mis flores canas. Y así, mis ojos ciegos, rocas de hulla, se humedecen con el aliento de la nostalgia. Mis oídos taparon sus ventanas a la cacofonía del plañido y van inertes, colgados de mi rostro enjuto, sordos a la eclosión de la jarana. Camino con la inercia de una peonza loca, pulmones de cartón, alma de títere en la sábana negra de un guiñol. Solo tengo recuerdos en mis cofres de cavilas y el hilo de una fuente arcana que rezuma una lágrima fresca en mi grial de sombras con el eco del réquiem de la sonaja.

AZB XIX

En el día, busco en el diccionario y releo el significado de la palabra esperanza; pero los dioses la han escrito en el idioma de Babel.

ACB X

Va hacia ningún lado, sin destino, apátrida de pasos invisibles, velón sin llama, agua sin cauce, sin mar, sin sed, icono de una estampa en blanco y negro. Cubre de barba sucia su tez viola y de harapos mugrientos su piel quemada. Dos chispas bajo su pelo hirsuto y graso siguen la punta vacilante de sus zapatos rotos. No tiene sol, ni lluvia, ni noche, ni día, ni horas, ni tiempo: sólo un corazón viejo y solitario que bombea una anemia. A veces, un famélico perro sarnoso olisquea sin atención su senda y al pronto se detiene y da la vuelta. Pasa junto a un arroyo y se inclina para mojar su lengua en la corriente, pero el agua se seca. Se sienta en una piedra para dar tregua a su fatiga, y la piedra, molesta, se menea. Se refugia en la sombra de un olivo y las ramas del árbol se agitan enloquecidas sin que el viento las mueva. Viaja el mendigo con su lóbrego canto miserere. Va de su soledad a ningún lado.

ACIBAR VI

Yo no puedo acudir a tu fiesta sin cercenarme el alma. Me asusta la ambrosía y el azahar me espanta. Yo soy un carroñero de mis extravagancias, un cuervo solitario, una duda sin alma, un nómada harapiento en busca de esperanza. No me seduce el rito ni tus bucles de plata, la pasión de tus carnes o tu rostro de nácar. Tú eres solo un icono con un vientre de nada, un guiñol de cartón, una lluvia sin agua. Detesto las mentiras, las fiestas, las guirnaldas, el Chanel de tu armiño, las copas de tu Cava. Tu fiesta no es mi fiesta. Tu casa no es mi casa. Yo soy un buhonero con pieles de quincalla.

Mi Frontera

Aquí, cuatro paredes enfoscadas de blanco, una mesa más alla del desorden, algo para escribir con recelosa pinta de instrumento malvado, algunos libros con polvo a sus espaldas y un aparato añoso que arroja por su boca de altavoz las notas de un Beethoven.
Allá, la calle de sol y lluvia con coches de arco iris en su vientre, gentes lelas con paso corto o estirado, farolas con enfermizas luces blancas, ruidos de ruido de zozobra.
Aquí la luna de mis sueños, luna gualda con flores blancas de novia eterna, el aura fresca de mi jardín modesto, calidoscopio de fantasías, un pensamiento inquieto en el crisol de tiempo de caprichos.
Allí, un barbecho sin luna, un huracán de polichinelas, las tablas de un Moisés enajenado, una celda de aceros invisibles y una soga sutil que ahoga la razón.
Aquí, una página de soledad, mariposa celeste de fantasías que liba en sus viajes oníricos el néctar de sus obstinaciones.
Allá una escuela de cetrería, un mercado sangriento de narcisistas, un coro esperpéntico de eunucos mudos, salmodias de ira, bombas, terremotos, meigas, luciferes, físicas cuánticas, sidas, parricidios....
Y en medio un zaguán sin espacio, una nada sin tiempo donde moran, etéreos, los dioses sin nombre.