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mnez

AZ XIV

Sesga la tarde un dardo de albahaca. En mi cerebro suenan los tambores del tedio y una nube cetrina envuelve, niebla densa, mi jardín de cipreses. Zumba una campana de dolor en la torre de pena de mi alma y, en calvario, una lágrima viva humedece las espigas blancas de mi rostro. Mi fontana de plata, ha tiempo enmohecida de sonrisas, riega con sollozos escarlatas el barbecho de mis flores canas. Y así, mis ojos ciegos, rocas de hulla, se humedecen con el aliento de la nostalgia. Mis oídos taparon sus ventanas a la cacofonía del plañido y van inertes, colgados de mi rostro enjuto, sordos a la eclosión de la jarana. Camino con la inercia de una peonza loca, pulmones de cartón, alma de títere en la sábana negra de un guiñol. Solo tengo recuerdos en mis cofres de cavilas y el hilo de una fuente arcana que rezuma una lágrima fresca en mi grial de sombras con el eco del réquiem de la sonaja.

2 comentarios

mnez. -

Puede que la palabra sea una autodefensa para envolver la melancolía. Pero a la tarde, cuando la palabra es presa del viento, la tristeza sigue estando.

Trini -

Y me acusan de ser triste escribiendo...
Pues, amigo, me ganas con creces.
Esta prosa es preciosa, sus palabras son muy bellas, y es que hay palabras tan bellas que hacen menos triste la tristeza.

Un abrazo